Reina Isabel: 96 años del estilo que pasó a la historia

La monarca destacó durante décadas con sus atuendos monocromáticos.

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Reina Isabel
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La Reina Isabel no solo se caracterizó por ser la monarca más longeva y llevar a sus espaldas la monarquía más larga de la historia, sino que también fue largamente comentado su estilo. Y cuando hablamos de moda, las casas reales de todo el mundo son grandes focos de atención y, muchas veces, precursores de tendencias. Así lo hizo Isabel, que durante largos años se caracterizó por ser la “reina arcoíris”.

No importaba que tan lejos estuvieras en un acto oficial o aparición pública, sabías, a ciencia cierta, que aquel punto colorido entre la multitud era la Reina. Un código de vestimenta que llegaba para marcar que ella estaba allí, pisando fuerte y que sirvió las veces de uniforme. Con un vestido a la rodilla, un abrigo estructurado, zapatos y bolsa a juego y sus icónicos sombreros, que dejaban en claro que su función era prestar un servicio y estaba trabajando.

Reina Isabel
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La moda en la vida de la monarca no solo fue una forma de destacarse entre la multitud. “Nunca puedo vestir de beis porque nadie sabrá quién soy”, fueron sus palabras, sino también como medida de seguridad. Lo cierto es que, en caso de una emergencia de seguridad, para su personal sería más fácil encontrar a su reina vestida de naranja que en colores tierra.

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Un armario cargado de color.

La elección de colores no era al azar. De hecho, los usaría dependiendo del anuncio que quisiese dar y del país en el que se encontrara. Mientras en el referéndum del BREXIT utilizó un azul europeo, en su visita a España, la primera y única vez que piso el país, la monarca eligió un look blanco para la cena organizada por el Rey Juan Carlos I. Un vestido blanco con bordados en el cuerpo y mangas de gasa, acompañado de la tiara de las chicas de Gran Bretaña e Irlanda.

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La Reina Isabel visita España en 1988.

La boda de la Reina Isabel en tiempos de posguerra

Lejos estuvo de sacar ventaja de su posición en la Familia Real para aprovecharse de esa situación y obtener el vestido soñado. Por el contario, Isabel fue ahorrando sus cheques para la compra del vestido. En cuanto la noticia llegó a oídos de sus seguidores, estos comenzaron a enviarle sus propios cheques, pero estos fueron devueltos y el Estado garantizó los que faltaban para que el vestido de bodas fuera un hecho.

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El vestido de la Reina Isabel en su boda, 1947

Diseñado por Norman Hartnell, se confeccionó con satén de seda, decorado con cristales y más de 10.000 perlas importadas de Estados Unidos. Un escote en forma de corazón y manga larga se coronaron con una cola de cuatro metros bordada con motivos florales, un homenaje a los países de la Commonwealth.

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La cola de su vestido medía cuatro metros de largo.

El bolso, su forma secreta de comunicación

No ha habido look de la Reina Isabel donde no estuviese su histórico bolso negro de mano. Desde apariciones oficiales hasta en el salón de su propia casa, la monarca no se separaba de este accesorio. Y no solo para llevar dentro un labial, gafas y un pañuelo, sino que también era su herramienta de comunicación más eficaz.

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El bolso que acompañó que cada momento a la monarca.

Con cada movimiento que hacía del bolso, sus damas de compañía y demás personal entendían a la perfección que quería decir. Según contó el historiador real Hugo Vickers, la Reina enviaba señales para dar conocimiento sobre sus deseos al instante.

El mismo Vickers aseguró que “Sería muy preocupante si estuviera hablando con la Reina y viese cómo se cambia el bolso de una mano a otra. Esa es la señal que la Reina utiliza para indicar a su personal que está lista para finalizar su conversación”. Pero ese no es el único mensaje oculto tras el movimiento del bolso.

Cuando Isabel lo apoyaba sobre la mesa, significaba que quería que esa reunión terminase en los próximos cinco minutos. Pero, si, por el contrario, lo dejaba en el suelo, quedaba en claro que no estaba disfrutando en lo absoluto de la conversación y requería rescate por parte de su dama de honor. “Es una forma muy discreta y el objetivo es no ofender a nadie”, confesaba el historiador.